18 de abril de 2012

Noches en blanco.

El techo ha perdido su color, ha sido absorbido por la oscuridad. Mis ojos no distinguen entre si están cerrados o siguen abiertos, incluso parece que soy incapaz de distinguir el avance del tiempo. Como si esta oscuridad me hubiese apartado de la realidad del mundo. Intento sacar a mi mente de esta aura que me atrapa, pero parece haber sido absorbida al mismo tiempo que mi yo físico. La oscuridad ha entrado por mis orejas y ha devorado mi cerebro. Y entonces es cuando empiezo a perder el tacto. Las sábanas de mi cama desaparecen, el propio colchón ya no existe. Sobrevuelo el espacio, en la nada, me mantengo elevado. Es así como empiezo a sentir, aunque sea contradictorio, como todos mis sentidos se desvanecen. La vista ya había sido eliminada, los olores no se notan, los sabores se pierden en mi boca, el ruido se ha callado, y poco a poco empiezo a percibir y captar la nada con la pérdida del tacto. En el último momento, siento una lágrima, y soy capaz de recordar la calidez de su piel... es tan triste recordar lo que no se tiene.
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Es lo que hay.

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